Los rescatadores en Cangurolandia - Walt Disney
Algo extraño
está ocurriendo en el bosque australiano. Un muchacho, llamado Cody, corre a
toda velocidad entre los árboles y salta entre las rocas.
Rápido,
rápido, es urgente, porque Faloo, el canguro, ha hecho saltar la alarma de los
animales.
¿Quién ha
sido atrapado esta vez? –pregunta Cody, casi
sin aliento al llegar junto a su amigo.
Es Marahute,
la hembra del águila gigante- explica Faloo dando grandes saltos.
El ave,
expresa del pánico, lanza gritos agudos:
-¡Scriich!
¡Scriich!
-¡Vamos!¡Cálmate,
yo no te haré daño! –murmura el chico acercándose. Sin embargo está casi tan
asustado como ella.
-Vamos a
ver, Joanna, ¿qué hemos cogido hoy?
Un dingo, un
viejo puercospín, o un… muchacho.
Perceval Mac
Leach acaba de aparecer con su dragón de Komodo por encima del foso donde ha
caído Cody.
¡Bianca!...Me
preguntaba… si quisieras…
-¿Sí, amigo
mío? –dice ella sonriendo.
En aquel
preciso momento, François, el camarero, trae a Bianca el mensaje de la Sociedad
SOS, que confía a los dos compañeros la peligrosa misión de ayudar a Cody.
¡A
Australia! ¡A medianoche! ¡Como si estuviera aquí al lado! Pero cuando Wilbur
sabe que es asunto en que interviene la famosa Bianca, no puede negarse.
“Sol o
tempestad, nada nos detendrá”. Tal es la divisa de Albatros Arlines.
Mientras los
dos viajeros desembarcan, sanos y salvos,Wilbur completamente mareado, intenta
enderezar su tren de aterrizaje..¡en vano! Ahí está postrado por un tirón de
riñones.
-¡Vaya!
–gime-. ¡Qué mala pata! Yo, que quería visitar el país y estoy como para un
hospital de campaña.
Jake:
¡Vosotros venís para salvar al niño que tiene apresado Mac Leach!
-Eso mismo.
¿Cómo lo has adivinado? –pregunta Bianca asombrada.
-Por aquí
vuelan los rumores…¿Qué camino tomaréis? ¿La pista del Infierno por el Cañón
Maldito o el atajo del Paso del Diablo?
Bernardo,
que está pensando de nuevo en su futura declaración de amor, tiene el tiempo
justo de subir a bordo antes del despegue.
En poco
tiempo, se encuentran en el Cañón Maldito.
Y Bernardo termina
su viaje en el agua. Cuando sube a la superficie, Jake ha lanzado las fauces de una serpiente pitón gigante:
-¡Vamos,
lombriz, a tierra, abajo y no te muevas!
La pitón,
avergonzada, deja que suban a su lomo tres pasajeros: Jake muy contento con su
número, Bianca, muy impresionada, y Bernardo muy asustado.
-¡Se acabó
chico,tu pájaro está muerto!
-¡No! ¡No es
verdad! –grita Cody.
-Alguien lo
ha matado. Lo han dicho por la radio. Aprovecha y ahueca el ala. ¡Lárgate de
aquí!
Y mientras
el muchacho se aleja llorando, Mac Leach añade en voz alta:
-¡Lástima de
los huevos! ¿Eh, Joanna? Morirán si nadie los incuba.
Bernardo
sale de su escondite y rueda hacia el nido los verdaderos huevos, que ha
sustituido por guijarros.
Y, en ese
preciso momento Wilbur 250, de Albatros Airlines, aterriza a su lado.
-¡Wilbur!¡
Basta de quejas y ayudame! Estos huevos van a hacer eclosión ya y los pollitos que están dentro te necesitan.
Un minuto
después, Wilbur gruñendo un poco, coloca su tren trasero emplumado sobre los
cuatro huevos de águila, mientras Bernardo se va a socorrer a sus amigos.
Cody está ya
cerca del nido; aparta las
pajitas….¡uf!. los huevos están todavía calientes!
De pronto,
dos ratoncitos y una rata-canguro aparecen a su lado.
-¿Quiénes
sois? ¿Qué hacéis aquí?
-¡No hay
tiempo de explicarlo! –dice Bianca.
¡Corres
grave peligro, mira allí arriba!
Cody,
horrorizado, ve a Marahute presa en la red, colgada como un vulgar fardo de la
grúa del cazador furtivo.
¡Es
demasiado! Se lanza al vacío y se agarra a la red con el ave.
Joanna y Mac
Leach, entremezclados, caen al río turbulento n el preciso momento que la
cuerda que sujetaba Cody se rompe.
Afortunadamente
para él, los cocodrilos han huido espantados por el ruido.
¡No tengas
miedo! –le dice Bernardo. Yo te sigo. Y se lanza con él.
Jake,
Bianca, Bernardo y el niño se encuentran sobre el águila.
-¡Es muy
útil tener verdaderos amigos! ¿No es verdad, señor bandido?
Mac Leach
pide socorro, pero nadie le escucha.
¡Se acabó!
Pero Bernardo tiene todavía algo que hacer… Apenas se encuentra seco, toma de la a Bianca y, sin
titubear, le dice de sopetón:
-Bianca,
¿quieres casarte conmigo?
-¡Oh,querido
Bernardo, he llegado a creer que no me lo pedirías nunca!
Fin,
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