El rey Midas –Juan Kruz Igerabide
Dionisos se presentó de improviso, con todo su séquito de juerguistas, en el reino de Midas. El rey Midas organizó de inmediato unas fiestas fastuosas y tiró la casa por la ventana para agasajar a Dionisos, pero gastó demasiado oro y estaba apurado. Con los días se fue obsesionando por el oro. Sin embargo, no por eso dejó de agasajar a Dionisos. El dios, cuando llegó la hora de marcharse a otra parte a correr juergas con sus seguidores, habló a Midas: -Amigo Midas: has sido anfitrión sin par. Pídeme lo que quieras y te lo concederé. -Me gustaría que todo lo que tocara se convirtiese en oro. -Concedido. Sea como tú pides. Dionisos abandonó el reino bailando y cantando. Cuando Midas se quedó solo, comenzó a palparlo todo, loco de alegría. Tocó una ramita y esta se convirtió en oro. Agarró un pedrusco y se convirtió en oro. Rozó una fruta y se convirtió en oro. Abrió una puerta y se convirtió en oro. Se lavó las manos y el agua era de oro. Le trajeron los criad